viernes, 22 de enero de 2016

Entre dos mundos: El renacer de los Van Guiret


Capítulo 7: Solo es una amiga.

                Me dolían los ojos, no había parado de llorar en toda la noche. Ni siquiera sabía cómo demonios había conseguido llegar a mi cama. Recordaba que alguien me hubiese levantado y cargado, pero no quién. ¿Qué hora sería? Sinceramente me daba igual. Estaba amaneciendo. Me levantaría ya, en la cama no iba a hacer nada. Por más que lo había intentado, no había conseguido dormir nada. En fin. De mala gana me levanté. Me dirigí al vestidor, me era insignificante que vestido ponerme. Cogí el primero que agarré, era rosa pálido, qué color tan triste, parecía que reflejase mis sentimientos de esa misma mañana. Llevaba los hombros al aire y media espalda. Era el primer vestido que me ponía que fuese tan incómodo, pues llevaba un estrecho corpiño, que comprimía mi cintura para así remarcar las curvas. No me importaba, no estaba de humor como para ponerme a buscar ropa, me lo puse rápidamente y me senté en el tocador.
Intenté no levantar la vista, no quería verme, pero no tuve otra opción. Poco a poco, la fui levantando, hasta que me vi totalmente reflejada en el espejo. Oh Dios mío, las ojeras estaban muy marcadas y profundizadas, casi me llegaban hasta el pómulo; mis hermosas mejillas rosadas, a las que normalmente detestaba, se habían convertido en un blanco agrisado, esta vez las echaba de menos; y mis ojos… mis ojos, decir que estaban inflamados era poco, no sabía qué hacer, verme en este estado tan penoso hizo que me sintiese peor de lo que estaba. Por primera vez, abrí el cajón del tocador y cogí el maquillaje, no podía permitir que Zero me viese así, no quería que pensase que estaba sufriendo por su culpa, tenía que permanecer fuerte, no me iba a dejar vencer por él. Me recogí la parte delantera del pelo con una cinta, así el cabello no me taparía la cara y el sol podría darme vida. Apliqué lo que sería base y corrector de imperfecciones por la cara. Lo difuminé lo mejor posible. El resultado fue aceptable. No era mi tono normal de piel, pero al menos no parecía una muerta. Estaba lista para salir de allí.
 Comencé a pasearme por el palacio, debía de ser muy temprano, pues nadie se había levantado todavía. No sé por qué pero a mi mente le vino un refrán muy común: al que madruga, Dios le ayuda; esperaba que fuese así. Después de ayer, no creía que hubiese un día peor, aunque no sabía lo equivocada que estaba en ese momento. Como no sabía qué hacer, aparte de vagabundear por las habitaciones del palacio, me propuse bajar al establo a ver a mi gran amigo Vostok, seguro que él me tranquilizaba. Andaba deprisa, quería llegar cuanto antes, o mejor dicho no quería encontrarme con nadie y mucho menos hablar; sin embargo, me detuve en seco al ver que alguien estaba acariciándolo. ¿Quién era? ¿Cómo se atrevía a tocar a mi Vostok?
- Disculpa, ¿quién eres y qué haces tocando a Vostok?
Se giró. No me lo podía creer, era la mujer más hermosa que había visto, casi me atrevería a decir más que Clíope. No. No es que fuera más guapa que ella, sino que era más madura, era una verdadera mujer. Tenía el pelo de un color muy extraño, a simple vista parecía negro, pero no, era lila, un lila precioso que brillaba con el sol, que empezaba con una pequeña trenza que se iba deshaciendo suavemente hasta media espalda. La piel, como el resto de los habitantes de Casia era blanca; sin embargo, ella era más que pálida. Sus ojos, al igual que su pelo, eran extravagantes, pero hermosísimo, una mezcla entre gris y azul describía su mirada, la cual reflejaba firmeza y dureza, pero al mismo tiempo bondad y calidez. Vestía semejante a Zero, nunca había visto a una mujer que llevase pantalones, pero ella los llevaba y le quedaban muy bien, eran bombachos y marrones claros, en los pies calzaba unas botas negras con un poco de tacón, y en la parte superior una camisa blanca con un chaleco negro. Tenía un cuerpo asombroso con las curvas ideales, las cuales yo no tenía, era alta muy alta y esbelta. Empecé a sentirme intimidada por ella, era demasiado hermosa, noté una sensación extraña dentro de mí, efectivamente le tenía envidia.
- Perdona no era mi intención asustarte, eso solo que lo echaba mucho de menos. Por cierto soy Arquimera y antes pertenecía a los guardianes de la majestad. ¿Y tú?
- Siento mi descortesía, mi nombre es Sora, princesa y futura reina de Casia.
- Encanta de conocerla, mi señora. – dijo sorprendida- Disculpe mi atrevimiento, ¿pero qué hace una princesa como usted en un establo?
- Pues verás, ayer discutí con Zero y quería relajarme pasando el tiempo con Vostok.
- Jajaja, ¿ya está Zero haciendo de las suyas, eh? No le haga caso de lo que le diga, muchas veces lo dice solo por fastidiar y otras sin sentido. – dijo mientras se reía.
- ¿Es que acaso conoces a Zero?
- Sí, lo conozco desde que somos unos críos. Es más, he venido desde muy lejos solo para volverlo a ver, lo echaba mucho de menos.
Me quedé paralizada, no sabía cómo reaccionar ante las palabras que acaba de escuchar. Así que ella y Zero se conocían desde siempre, no me extraña que a Zero no le importase yo, si ya la tenía a ella. Jamás conseguiría igualarme a semejante persona, además ella había estado con él en todo momento y yo no. ¿Pudiese ser que estuviese yo celosa?
- ¿Princesa, estáis bien? La noto un poco pálida.
- Sí, estoy perfectamente – conteste algo ruda- ¿Cómo conociste a Zero y te hiciste su amiga?
- Pues verá, tanto él como yo somos guardianes, así que fuimos juntos a la academia Quilok, ahí fue dónde lo conocí, pero no me hice su amiga hasta más adelante. La primera vez que hablé con él, tendríamos 7 años. Yo siempre lo observaba, me parecía un muchacho misterioso que ocultaba algún secreto, pero lo que más me gustaba de él era verlo sonreír, era tan cálido. Sin embargo, poco después de que aparecieran unos seres horrorosos en Casia dejó de sonreír y comenzó a distanciarse de todos, siempre tenía la mirada perdida y triste. Fue entonces cuando decidí acercarme a él e intentar sacarle una sonrisa. Poco a poco, con el tiempo nos hicimos muy amigos y de vez en cuando volvía a sonreír como antaño, pero nunca volvió a ser como el de antes. Cuando nuestros padres murieron en una expedición fue cuando más nos unimos, nos apoyábamos mutuamente, nos entendíamos, ambos estábamos pasando el mismo calvario, y justo cuando parecía que las cosas iban mejorando, nos informaron que debía de marcharme del reino y hacer de guardián en los dominios cercanos de los trolls, pues sin nadie que gobernase, se estaban rebelando y había que mantenerlos a raya. Así pues, cuando cumplí 16 años me marché y hoy por fin he vuelto. Recuerdo que la despedida fue un lago de lágrimas, pero ambos nos prometimos volver a vernos y hoy voy a cumplir esa promesa.
- No sabía que Zero y bueno tú, lo hubierais pasado tan mal – dije mientras agachaba la cabeza.
- ¿Y nunca te contó por qué estaba siempre tan triste?
- No, siempre que sacaba el tema, me daba esquivas, como si recordar lo que le hubiera pasado le doliese cada día más. Lo único que me dijo fue: “No volveré a fallar. La próxima vez lo haré bien, protegeré lo que más quiero”. Y nunca más volvió a pronunciar una palabra sobre el tema. Podrías decirme…
No me dio tiempo a terminar la oración, pues una voz desde lo lejos me interrumpió.
- ¿Arqui? ¿Realmente eres tú? – gritó mientras se acercaba a nosotras.
Comenzó a correr y se fundió en un cálido y largo abrazo con Arquimera. Sus rostros reflejaban absoluta felicidad. Se notaba que se querían un montón y que habían pasado demasiado tiempo distanciados. Y como si yo no estuviese aquí, comenzaron a hablar.
- Zero, te echado tanto de menos. Estás guapísimo. No has cambiado en nada.
- Gracias, tú, sin embargo, sí has cambiado. Veo que te has convertido en toda una mujer, ¿pero qué haces aquí? Me dijo Xana que te había visto llegar bien temprano y rápidamente vine hasta aquí.
- No digas tonterías, Zero. He venido a cumplir nuestra promesa, y tú que, ¿conseguiste cumplir la tuya? ¿Qué te parece si damos un paseo?
- Esto…eh…espero que finalmente la pueda cumplir. – dijo mientras me miraba de reojo - Claro, vamos, tenemos mucho de lo que hablar.
                Me habían dejado sola, tirada como una colilla. Y el muy idiota de Zero no había quitado la mirada de la tal Arqui ni un segundo, ni si quiera se había parado, como de costumbre, a meterse conmigo, ni un hola, nada. Oh, Dios, se les veía tan bien juntos, hacían tan buena pareja, ella sí que era una mujer, alta, guapa y con curvas, y no como yo, bajita, del montón y cuyas curvas aún se estaban formando o eso me gustaba pensar. Necesitaba despejarme, olvidarme de la obviedad que acababa de ver. Así que cogí a Vostok, intenté sentarme en su lomo, pero era realmente complicado. Estaba claro que ese no iba a ser un buen día. Después de miles de intentos, conseguí montarme en él. Cabalgamos por toda la aldea, hasta que nos adentramos en el bosque. Necesitaba huir, correr, olvidarme de todo y de todos… Así que ordené a Vostok que fuese más rápido, y más rápido.
De lo rápido que íbamos, no me percaté que pasamos de estar en la zona más iluminada del bosque, a la más oscura y tenebrosa. El día anterior, Clíope me contó, que en esa parte se escondían seres monstruosos, a los cuales era imposible vencer, si no llevabas las armas correctas, como la lanza Gungnir o joyas, las cuales volvían locos a estos monstruos. Diría que había estado cabalgando simplemente unas horas, pero el cielo comenzaba a tornarse oscuro. Era indicio de que debía volver. Pronto anochecería y sería muy complicado llegar a palacio. De la nada una enorme rama se cruzó en nuestro camino. Me golpeó fuertemente el pecho y el abdomen. Me caí violentamente hacia el suelo. Me dolía todo el cuerpo, en especial el pecho, me dolía mucho, no podía moverme.
 -¡Socorro! – Qué estúpida era, nadie acudiría a mis gritos de auxilio – Vostok, ve a palacio y guíales hasta aquí, toma mi cinta, así sabrán que se trata de mí. – Le puse mi cinta en el cuerno, y salió corriendo. – confío en ti
                Empezaba a anochecer, hacía frío, y el bosque cada vez se iba haciendo más tenebroso. Yo estaba muy cansada, el impacto contra el suelo junto al de la rama me había dejado sin fuerzas. No me atrevía a mirar mi cuerpo. Tenía miedo de verme herida y atacarme a causa de mi estado. La cosa empeoraba porque tenía sueño, mucho sueño. Sabía que no debía dormirme en ese lugar, pero el sueño parecía ganar. Decidí entornar un poco los ojos, no dormir solo descansar. Y a lo lejos me pareció escuchar que aclamaban mi nombre. Estaba claro. Morfeo había ganado.
 - ¡Sora!, eh chicos es Sora. – Era la voz de Ent, no estaba loca.
                ¿Ent? ¿Qué demonios hacía aquí? Era peligroso que caminase por este lugar el solo. Yo la más indicada teniendo este pensamiento recriminatorio.
 - ¿Cómo puedes llegar a ser tan estúpida e insensata? – Mientras decía estas palabras, un chico me cargaba en sus hombros.
                Zero, era Zero, había venido a por mí. Entreabrí los ojos, lo miré. Él me miró a mí, parecía cabreado, pero en ese instante me daba igual, la sensación de estar entre sus brazos era estupenda, me arrebujé entre su cuerpo y él posó su cabeza sobre la mía.
 - ¿Está bien? ¿Tiene alguna herida? – Decía una voz femenina.
                ¡Oh, por Dios y por la Virgen! ¿Qué hacía la tal Arqui aquí? ¿Se había propuesto amargarme la existencia? La ignoré, y seguí disfrutando de los brazos de Zero. Durante el trayecto a palacio, me quedé dormida definitivamente. Solo me desperté cuando me arrancaron de los brazos del insoportable pero adorable Zero, para dejarme en la cama. Alguien, me susurró al oído: “Te deseo buenas noches. Por cierto no te acostumbres a que te cargue hasta tu cama, ya van dos veces.”
Y me besó en la frente.

Sonreí.