lunes, 14 de septiembre de 2015

Entre dos mundos: el renacer de los Van Guiret

Capítulo 6: Mi reino

Otra día más pasaba en aquel asombroso lugar. ¿Cuántos iban ya? Había perdido la cuenta. Me levante y en lugar de como la costumbre que había adquirido de ir siempre primero ir al vestidor a sorprenderme con los inimaginables vestidos, salí al balcón y contemplé el paisaje. Todo aquello era mío. Era mi reino. Aun no me lo creía. Me encontré a mí misma con cara de estúpida vislumbrando aquello que era mío. Era tan enorme que desde mi ubicación era imposible observar los límites y solo veía cómo estos se difuminaban. Sin embargo, no conocía nada de este mundo. ¿Qué habría más allá de mis fronteras? ¿Cómo serían los habitantes de Casia? ¡Ni siquiera había visitado el pueblo! ¿Qué clase de princesa era? Debía al menos conocer lo básico de este lugar, conocer su cultura, leyendas, fiestas, costumbres…Por un momento me sentí mal…En estos días solo había estado pendiente de mí, de mi familia, de Zero y no había dedicado ni un momento a disfrutar de este increíble mundo que me pertenecía, ni me había molestado en aprender de él.
Lo decidí. Iría a ver hoy mi reino. Como hoy iba a bajar al pueblo e iba a ser expuesta a mis gentes tenía que ir más elegante que de costumbre. Debía dar buena imagen a mis pueblerinos. Suponía que iba ser el centro de atención, después de todo yo era la reina que estaban esperando, aunque aún me costaba llamarme a mí misma soberana. Dejé los pensamientos sobre mi condición real y me centré en la vestimenta que había de portar para este momento. Me dirigí al vestidor. Comencé a buscar entre los vestidos, pero todos me parecieron muy “simples”. Y con “simples” me refiero a que ninguno me llamó la atención, porque todos eran maravillosos, pero necesitaba uno que fuera el elegido, el adecuado. Debía estar a la altura de la situación. Estaba sumergida en mis preocupaciones de muda cuando de repente apareció Xana. Ni siquiera me percaté de su presencia. O había entrado muy silenciosa o yo estaba más distraída de lo normal. Lo segundo me pareció la opción más verdadera. Estaba recogiendo la bandeja de mi desayuno con cara preocupante.
- Mi señora, ¿qué pasa que no os tomáis el desayuno?
- Estoy buscando un vestido, quiero que sea espectacular. Hoy bajaré al pueblo a conocer a las gentes y me gustaría que me vieran con mis mejores galas.
- En ese caso, os recomiendo que le pidáis ayuda a Clíope, seguro que ella está dispuesta a hacerle de guía a vos. Póngase el vestido aquel, el verde que está en la esquina, era uno de los favoritos de su madre.
¿Cómo no me había percatado de aquella belleza? Mi madre hubo de tener un gusto exquisito. Era más corto que los demás, me llegaba un poco más arriba de los tobillos, lo que resultaba ser una ventaja, ya que sería más cómodo caminar con él. Llevaba una cinta blanca en el pecho que se deslizaba hasta mi vientre y se ataba formando una trenza. Era de media manga y muy estrecho en la parte superior y se iba ensanchado a los pies. Me puse una cinta en la cabeza color esmeralda y me dejé mi pelo caer, suelto. 
Salí de mi dormitorio y me dirigí hacía la entrada del palacio. Allí, jugando con las flores, encontré a Clíope. Era realmente hermosa. Tenía belleza natural. Llevaba un vestido color rosa palo, ceñido en el pecho y vaporoso de cadera hacia abajo. En los brazos llevaba las mangas transparentes de un rosa aún más apagado. Y el pelo lo llevaba suelto, tirado a un lado, fijado por una trenza lateral. A pesar de la sencillez de su aspecto, parecía toda una dama de una belleza y hermosura de renombre. No sería de extrañar que fuera un objetivo para muchos varones. Desvié mi vista hacia el lado. Junto a ella estaba Zero, hablando, se le veía feliz. Eso me gustó: verlo sonreír; sin embargo verlo con ella me hizo sentir insegura. Yo al lado de Clíope, parecía una niña, era normal que no se fijasen en mí. No debía sentirme ambiciosa respeto a Zero, apenas nos estábamos conociendo, aunque él parecía como si me conociese perfectamente y ambos nos sentíamos muy cómodos. En lo más profundo de mi ser, había algo que me indicaba que ya conocía a Zero, pero debía ser una simple sensación, nada más. Después de todo hacía poco más de una semana que nos habíamos encontrado por primera vez. Tanto Zero como Clíope se giraron al unísono y me recibieron con una cálida sonrisa. Me acerqué rápidamente hacia ellos.
- Xana me ha dicho que quieres ver el reino y conocer nuestras costumbres. Bien, pues yo seré tu guía. – dijo Clíope muy alegremente- Nos lo pasaremos genial.
- Así que por eso te has puesto tan guapa, ¿no? Pero ya sabes lo que dicen: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.- intervino Zero riéndose a carcajadas.
- Serás…en fin- sonreí hacía él y centré mi atención en Clíope- ¿Nos vamos Clíope?
Comenzamos a bajar la ladera, que hacía ya varios días había subido por primera vez. Esta vez sí se oían las voces de los habitantes de la ciudad. Nos adentramos en el bosque, ahora sí podía fijarme en todo cuan me rodeaba, me quedé asombrada ante tal increíble belleza, tanto que no me percaté de los pequeños seres que estaban rodeándonos, volando alrededor de nuestras cabezas.
- Son hadas – comenzó a explicarme Clíope – pero no son como se las describe en el mundo donde has estado viviendo. En tu mundo son mujeres hermosas y buenas que poseen poderes sobrenaturales y velan por la naturaleza que las rodea, protegiendo sus hábitats. Pues realmente no lo son, puede que sí que sean hermosas y que les guste cuidar la madre naturaleza, sin embargo son unos seres muy peligrosos, a los que hay que tratar con cautela. Son una mezcla de un misterioso encanto, de cautivadora belleza, pero al mismo tiempo de una enorme fealdad, insensibilidad y superficialidad. Al igual que su mundo, nadie que haya intentado encontrarlo, ha regresado con vida, pues son muy rencorosas y maliciosas, no hay nada más que las enoje, que los humanos las espíen y se muevan por sus dominios, como turistas. Te aconsejo que tengas cuidado de no provocarlas.
Oh Dios mío, había vivido engañada todo este tiempo, debía de tener cuidado de ahora en adelante. Decidí tomar nota de todo cuanto Clíope me contase y posteriormente ilustar con dibujos a modo de cuaderno y recuerdos que siempre conservaría. Seguimos bajando alegremente, y Clíope me iba contando un montón de cosas del bosque, hasta que oí el sonido de un arroyo y nos desviamos del camino. Empecé a correr como loca, no entendía por qué mis piernas no respondían a mis deseos, no podía parar, era como si me estuviesen llamando. Llegué a un valle, donde la hierba no era verde, sino azul oscuro y del río brotaban esferas brillantes. Vi salir del agua a un ser hermosísimo, era una mujer que iba semidesnuda, tapándose prácticamente su cuerpo con su largo y sedoso cabello. La miré a los ojos. Justo cuando iba a comenzar a caminar, alguien me paró.
- ¡Sora, cuidado! Son ninfas, no te acerques a ellas. Las ninfas son seres muy inteligentes y astutos, si creen que eres un enemigo, no dudarán en engañarte, tienes que ganarte su confianza. 
- ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué mi cuerpo no me respondía? – dije aun temblando.
- Habías sido hipnotizada por su canto angelical. Cuando se ven en peligro atraen a sus enemigos para que se acerquen a ellas, y así las vean completamente desnudas. Si alguien las ve así morirá en el acto o en el caso de una mujer que no la desee ver, quedará ciega. Normalmente no suelen hacer eso, ya que son seres pacíficos, que se encargan de cuidar a los animales y a la naturaleza; sin embargo, tu olor las habrá asustado, eres un ser casi desconocido para ellas. Has de entenderlas, muchas veces han sido ellas las seducidas con música sátira para poder ser capturadas. No te preocupes, no creo que te hagan nada, en todo caso intentarán huir ellas de ti, convirtiéndose en algún elemento natural o abriendo un portal a otra dimensión.
- Gracias por la información. Por cierto, me dijo Zero que también había trolls, ¿pero no se suponen que son malignos?
- No lo son, del todo – dijo mientras empezaba a caminar hacia el pueblo.- Es cierto que pueden ser un poco rencorosos, pero lo único que hacen es intentar sobrevivir. En su tierra nunca hay sol, ya que solo un simple rayo los petrificaría, así que en sus tierras no crece alimento alguno con el cual puedan alimentarse, por lo que se ven, prácticamente, obligados a salir de noche e ir al pueblo a robar a los ciudadanos algo de comida, pero no lo hacen con mala intención solo por sobrevivir. Pero tranquila, no creo que veas alguno nunca. Ya hemos llegado.
El pueblo era enorme y precioso. Las casas, que eran setas, parecían que fueran de algodón y que el viento se las pudiese llevar. Clíope me garantizó que me enseñaría su casa de cerca, además de otros edificios de gran relevancia del reino. Me percaté de que todos eran blancos de piel y tenían un aspecto frágil, semejantes a Clíope. Me quedé mirándolos fijamente, tenían las orejas puntiagudas, sin embargo Zero no era así. 
- Somos elfos, por eso habrás notado que todos somos parecidos, respecto al tono de piel y las orejas. Hay dos tipos de elfo, los blancos, nosotros y los oscuros…que ya no existen. 
- Entonces Zero, ¿qué es?
- Pregúntaselo a él – dijo lanzándome una mirada picaresca.
Nos paseamos por el pueblo durante unas horas, descubrí un nuevo mundo, nunca hubiera imaginado que mi reino fuese tan encantador. La gente era muy amable y cordial. Todo el mundo estaba dispuesto a servir una mano para ayudar y andaban sonriendo cálidamente. Se sentía bien pasear por las calles del pueblo. No me extrañaba que nunca hubiese guerras. Realmente mis padres, no, no solo ellos, sino toda mi familia, la familia Van Guiret había hecho un trabajo maravilloso, y yo tenía que conseguir que siguiese así hasta la próxima generación.  Para mi sorpresa los ciudadanos no se habían percatado de mi presencia. Seguramente sería a causa de mi escasa estancia en Casia, además de que no me habían presentado al pueblo oficialmente como futura reina aun. Así que en ese instante me sentí una imbécil al haber dedicado tiempo de más en mi vestimenta y cabello que en aprender de mis gentes.
Clíope tuvo que notar mi cansancio porque me dijo de ir a su casa a descansar, lo cual me pareció una gran idea. Quería ver cómo se estructuraban las casas por dentro y sobre todo sentarme y descansar las piernas, las cuales me ardían del dolor. No recuerdo haber andado tanto como ese día, en el que recorrí, junto con Clíope casi todo mi reino. Llegamos en poco tiempo a su casa, era una de las que había visto anteriormente, estaba ansiosa por entrar. Clíope abrió la puerta y nos adentramos. Era una casa rústica, con los muebles de madera y color caoba, parecía muy antigua. Las ventanas eran de plata blanca y se notaba que estaban talladas a mano. Las paredes eran de color azul celeste que contrastaban con el verde del suelo, parecía un bosque en miniatura. Me llevó a la cocina, en ella había una enorme chimenea, que estaba cubierta de mármol blanco, y a pesar de la ceniza seguía brillando. Nos sentamos cerca de ella y comenzamos a hablar.
- ¿Qué te pasa, que no paras de tocarte el cuello? – me preguntó.
- Pues que antes siempre llevaba mi collar con una moneda, pero el estúpido de Zero la utilizó para librarnos de Quimera. – contesté resoplando.
- ¿Sabes? Aquí, cuando un hombre quiere demostrarle su afecto a su mujer amada, le regala una moneda hecha a mano en la mina Korreds, pues con ello muestran que quieren que su vida esté llena de fortuna y pueda disfrutar de ella. – al acabar soltó una risita que en ese momento no comprendí, pero que posteriormente haría.
- Oh que bonito, nunca había oído algo así. Cuéntame algunas cosas que se diferencien con mi mundo.
- Mmm déjame pensar…Otra gran diferencia entre Casia y tu mundo es la educación de los niños. En el tiempo de ocio, en tu mundo todo niño juega a las maquinitas esas, a las cuales, no te ofendas, no les veo ningún interés. Pues bien, aquí todos los niños desde los tres años les inculcamos el arte y la sabiduría; unos tocan instrumentos, otros pintan, y otros leen y escriben, en tu caso la pintura era tu mayor virtud y la mía tocar el piano.
- Ahora entiendo por qué siempre estaba pintando.
Tras decir esto, me quedé pensativa ante la afirmación que Clíope acababa de hacer involuntariamente: “en tu caso la pintura era tu mayor virtud” ¿Cómo era posible que lo supiese que nada más nacer, al poco tiempo, había sido enviada a la Tierra? De repente, cortando nuestra conversación y mis pensamientos, entró un hombre en la cocina. Mi atención se centró en él. Me quedé perpleja, iba sin camiseta, mostrando su hermoso y musculoso cuerpo. Era posible apreciar todos y cada uno de los músculos del torso. Estaba totalmente tonificado, pero sin tener ese aspecto hinchado que muchos habitantes de la Tierra se obsesionaban con tener y que yo, sinceramente, no sabía qué veían de atractivo en él. Vestía unos pantalones negros bastante desgastados de trabajar. Su piel era más blanca que la nieve y se podía observar que era suave, pues no tenía ni un solo rasguño en su cuerpo. Sus ojos eran como el mar, sentía que me bañaba en ellos, es más quería perderme en ellos y no salir nunca. Y su pelo era castaño cobrizo. Tanto él como yo nos quedamos mirándonos fijamente. Noté como me ardían las mejillas así que decidí apartar la vista de él. Sin embargo, el siguió mirándome y sonrió.
- Ent, ¿qué haces así? ¡¡Estás delante de la princesa, por favor!!
- Lo siento, vengo de cortar leña, ¿qué quieres que haga? No sabía que nuestra princesa iba a estar aquí. Discúlpeme, no era mi intención mostrarme ante vuestra merced en tal dichoso aspecto - dijo dirigiéndose a mí. 
- No pasa nada, Ent. Mi nombre es Sora, encantada de conocerte, pero ¿quién eres, su prometido?
- No, mi señora, es mi hermana pequeña, a la que por cierto madre está buscando como loca. Quiere que vayas a comprar los ingredientes para la cena, dice que ella llegará tarde.
- Pero tengo que acompañarla hasta el palacio…
- Tranquila, pequeña Clio, yo puedo llevar a nuestra señora hasta palacio, no me importa. Deme dos minutos para cambiarme y enseguida podréis marcharos.
Exactamente tardó dos minutos en cambiarse de ropa e inmediatamente emprendimos el camino hacia palacio. El paseo fue silencioso, tan solo intercambiamos pequeñas palabras, monosílabos, pero para mí fue suficiente, para darme cuenta de que era una persona increíble. Llegamos a la puerta principal y cuando me disponía a despedirme de él tropecé. Creí que me daría contra el suelo, pero Ent me cogió al instante y me sujetó con sus fuertes brazos. Nos quedamos mirándonos, realmente era guapísimo. Seguramente abrí los ojos de más y parecería una tonta. Entre los ojos y el color tomate que subía por todo mi cuerpo.  A eso le añadía que Zero estaba en el jardín y lo contempló todo con cara de pocos amigos.
- ¿Estáis bien, princesa? ¿Os habéis hecho daño?
- Eh…esto…sí…perfectamente – sonreí nerviosa.
Vi cómo Zero se acercó a nosotros y me cogió del brazo y me arrastró hacia él.
- Sora, no deberías juntarte con gente tan vulgar como él. – dijo con cara cabreada.
Zero empezó a andar con buen paso hacia el palacio.
- Lo siento mucho Ent, no quería que pasaras por esto, no sé qué ha podido ocurrirle. 
- No os disculpéis, no es de vos la culpa.
- Me ha encantado conocerte, espero que nos volvamos a ver pronto. Buenas noches. Y por cierto no hace falta que me habléis con respeto, estoy segura de que somos de la misma edad, así que me es raro que me trates con tanto honor.
- Lo mismo digo para vos. Ha sido un gran honor el estar con vos hoy, espero poder repetir la experiencia si vuestra merced me la concede algún día. Lo siento, me enseñaron que era la forma adecuada de hablar hacia una soberana, intentaré remediarlo.
Ent empezó a correr ladera abajo y yo entré deprisa al palacio para poder alcanzar a Zero.
- ¡Espera, Zero! ¿Por qué has hecho eso? No estábamos haciendo nada, me he tropezado y él me ha sujetado, nada más, de verdad.
- No tienes por qué darme explicaciones. Lo que hagas o dejes de hacer, no me importa, no es asunto mío, tampoco es que seas tan importante para mí. – dijo Zero mientras bajaba la cabeza.
Zero se dirigió a su cuarto y yo me quedé helada, inmóvil, en medio de la entrada real, así que eso era lo que sentía Zero… Empezó a faltarme el aire, no podía respirar, sentía un nudo en la garganta que no podía soportar. No entendía por qué me afectaba tanto. ¿Por qué? Era lo único que mi cabeza repetía ¿por qué me había tratado tan fríamente? No sabría decir cuánto tiempo pasé allí de pie, solo recuerdo que me quedé mirando al frente, mirando el lugar por dónde se había marchado Zero mientras mis lágrimas resbalaban por mis mejillas.




Pedimos disculpas por no haber subido el jueves el correspondiente capítulo, pero a causa de los estudios hemos decidido únicamente subir los lunes. 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Rima LXI

Hoy me apetecía mostrar algo de poesía y para ello he seleccionado mi rima favorita de mi autor favorito: Gustavo Adolfo Bécquer. Espero que os guste. A mí, sinceramente, me parece un poema muy honesto y transparente, que muestra el miedo al olvido y la muerte. Sentimientos que todos en algún momento llegaremos a sentir...



Al ver mis horas de fiebre 

e insomnio lentas pasar, 
a la orilla de mi lecho, 
¿quién se sentará? 



Cuando la trémula mano 
tienda, próximo a expirar, 
buscando una mano amiga, 
¿quién la estrechará? 



Cuando la muerte vidríe 
de mis ojos el cristal, 
mis párpados aún abiertos, 
¿quién los cerrará? 



Cuando la campana suene 
(si suena en mi funeral) 
una oración, al oírla, 
¿quién murmurará? 



Cuando mis pálidos restos 
oprima la tierra ya, 
sobre la olvidada fosa, 
¿quién vendrá a llorar? 



¿Quién en fin, al otro día, 
cuando el sol vuelva a brillar, 
de que pasé por el mundo 
quién se acordará?



martes, 8 de septiembre de 2015

Entre dos mundos: El renacer de los Van Guiret es un libro que te hará sentir así:


O así
E incluso así
Pero nunca de este modo
Pues nosotras trabajamos duro todos los días tal que así

¡¡Os esperamos todos los lunes y jueves!! Y no olvidéis que todos los días subiremos pequeñas entradas relacionadas o no con el libro.

PD: SOLO DOS DÍAS PARA EMPEZAR LAS CLASES D':, ¿Estáis preparados?



lunes, 7 de septiembre de 2015

Entre dos mundos: el renacer de los Van Guiret

Capítulo 5: Recuerdos olvidados.

Acostada en mi blanda cama, con mis cojines de plumas y seda, estaba nerviosa, expectante por ver cómo se desarrollaría el día. ¡Hoy era mi quinto cumpleaños! Estaba muy ilusionada y esperaba con gran entusiasmo el momento en que Xana entrase por mi habitación y abriese las cortinas, “despertándome” para que comenzase un gran día. Escuché el sonido del pomo girándose. Me arrebujé entre las sábanas. Y las cortinas fueron abiertas.
-       Buenos días señorita. ¡Feliz cumpleaños!
-        Buenos días a ti también Xana, y ¡muchas gracias! ¿Te puedo hacer una pregunta?
-        Claro que sí, pregunte por esa boquita.
-       Mamá me dijo que al cumplir los cinco años, me habría convertido en toda una mujercita, ¿Tú me ves hecha una mujer?
Xana, sonrió. Me encantaba su forma de sonreír, se le formaban dos hoyuelos en las mejillas que la hacían ver muy hermosa y dulce. Me hacía despreocuparme de las cosas.
-       Oh, pues claro que sí. Habéis crecido por lo menos un palmo, de mayor lo más seguro es que seáis una mujer hermosa y alta.
Cómo me encantaba esa mujer. Me dio un largo y agradable baño, con agua caliente y burbujas y con mucha espuma. Terrible error. El baño acabó siendo lo que sería una batalla de espuma entre la princesa y su leal sirvienta. Luego me puso un precioso vestido color crema, y me hizo una trenza. Una vez arreglada, me fui a jugar con mi mejor amiga. Era muy especial y guapa. Su cabello era dorado y sus ojos celestes. Éramos muy buenas amigas y jugábamos a todas horas. Más tarde se unió mamá. Estuvimos toda la mañana jugando pero al medio día me arrancaron de mi vida de juegos y me tuvieron encerrada toda la tarde en mi habitación, pues decían que debía descansar para la noche, ya que vendrían personajes nobles de todos los lados del mundo.

A la puesta de sol, Xana volvió a entrar a mi cuarto para repetir todo lo que hizo esa misma mañana. Me bañó y vistió, pero este vestido era especial, muy especial. Era de color magenta oscuro, mostraba la mitad de mi pecho, pues el vestido mostraba mis hombros, aunque era de manga larga. Lo que hacía al vestido hermoso era su sencillez, pues simplemente llevaba un cinturón fino con un lazo detrás y unas costuras a los costados. Luego me peinó, me peinó mi cabellera ondulada y me puso una cinta con un pequeño lazo en el cuello. He de reconocer que estaba guapa. De repente de improviso, entró un niño bastante guapo con el pelo negro azabache. Éramos muy buenos amigos, y esperaba que en un futuro algo más.
- ¡Muchísimas felicidades, Sora! – Decía mientras me daba un abrazo – Te he traído un regalo.
- ¿Qué es? ¡Qué ilusión!
El pequeño regalo estaba envuelto con unos pétalos de los jardines de palacio. Lo abrí. En su interior había una moneda ligada a una cadena. ¿Una moneda? Que regalo más extraño…
- ¿Te gusta? Lo he hecho para que siempre te acuerdes de mí, y de nuestro mundo.
- Sí. Mucho. Muchas gracias. Pero tranquilo, nunca pienso olvidarme de este mundo y mucho menos de ti.
- ¿Quieres que te lo ponga? – Decía mientras se le sonrojaban las mejillas.
- ¡Sí, por favor! – Gritaba muy contenta, ¡tenía un regalo de Zero!
- Ya tienes 5. Ahora ya puedes jugar conmigo. - le saqué la lengua.
- Ja ja, qué gracioso, si tú solo tienes 7. - reímos

Zero se despidió, dijo que tenía que controlarlo todo, que tenía que protegerme. Unos minutos más tarde, Xana me puso mi máscara, pues mi fiesta de cumpleaños era de disfraces y salí junto a ella. Si el salón ya era precioso, con todas las decoraciones, mesas con deliciosos manjares, una gran orquesta y todas aquellas personas vestidas elegantemente, lo era mucho más. La decoración era estupenda, elegante y refinada, pero también con un gusto infantil, en honor a la homenajeada. Tenía ganas de gritar, bailar y reír; pero sabía que por mi status no debía hacerlo. Salí al jardín en busca de mis padres. Los vi a lo lejos y me acerqué. Los dos estaban preciosos con sus máscaras, la de papá era azul y la de mamá color salmón. No recuerdo con claridad sus vestimentas. Me dieron un gran abrazo, y después de eso, una enorme caja. Estaba deseosa por abrir el regalo de mis padres. Lo abrí, y en su interior había un unicornio, ¡un unicornio!
- Lo llamaré Vostok. – Dije con una sonrisa de oreja a oreja.
Pero pasé de la alegría a la angustia. Empezaron a salir de todas partes seres monstruosos. Aparecieron Idras, las cuales se parecían a un pulpo o un calamar porque sus nueve cuellos eran parecidos a los tentáculos; dragones, estos con una sola chispa de sus llamaradas podían incendiar un pueblo entero; elementales de tipo fuego y tierra, es decir, fuerzas que controlan el fuego y la tierra, y muchos más seres que no pude ver pues el dueño del colgante que llevaba en mi cuello, me llevó corriendo hasta un sitio oscuro y cerrado. No veía nada, pero si oía. Era espantoso, gritos de auxilio… rugidos de fieras…llantos…gritos de dolor y terror… Vostok… Xana… mamá y papá… 

Me desperté sobresaltada y sudada. Seguía en la cama de mi gran cuarto. Qué sueño más extraño. Y real. Decidí ir a la cocina a beber un poco de agua, el agua y caminar me iría bien, ese sueño me había desvelado. Cuando entré en la cocina me topé con Zero. Me avergoncé, pues iba con la camisola de hilo fino que me puse para dormir la primera noche aquí, pero sobre todo por él. No llevaba camiseta, iba más sexy que nunca.
 - ¿No puedes dormir?
 - No, tuve una pesadilla, ¿y tú? – Mientras hablaba, no pude evitar hacer una revisión de su cuerpo de arriba abajo.
- No. ¿Qué has soñado? ¿Por fin te mirabas al espejo y te asustabas?
- Eres un idiota. – Y con esas palabras me dirigí hacia fuera. Pero se levantó, me cogió de la muñeca y me paró.
- Espera. Lo siento. Vamos, cuéntame sobre que iba tu pesadilla.
No podía resistirme a esa cara, así que nos sentamos a la mesa, uno enfrente de otro. Se lo conté todo muy detalladamente. Mientras, él se iba poniendo tenso, o en algunas ocasiones sonreía.
- No te preocupes, los sueños, sueños son. Seguramente soñaste eso por la emoción de estar aquí, son demasiadas cosas nuevas en tu vida.
- Ya, pero este era muy real. Además ¿cómo explicas lo de mi colgante? No sé el porqué era tan importante para mí, pero ese día en el callejón cuando lo cogiste sentí que te llevabas una parte de mí junto con Quimera. Parecía sorprendido.
- Lo-lo siento mucho Sora. – En ese momento me cogió la mano – Pero era necesario.
Justo en el momento más oportuno apareció Xana.
- ¡Señorita! ¿Estáis bien?, ¿Os encuentráis mal? – Parecía realmente angustiada- No podía dormir, y decidí pasear por el palacio, y cuando pasé por vuestro cuarto vi la puerta abierta, sin nadie en el interior.
- Estoy bien Xana, no te preocupes.
- No le ocurre nada, solamente tenía ganas de verme y salió en mi busca – Decía guiñándome un ojo.
- ¡Zero! No digas esas cosas, es la princesa de la que estás hablando.
Me puse colorada. Ese estúpido engreído egocéntrico.

- Déjalo, que piense lo que quiera, yo no fui la primera que fue en busca de nadie – Y me levanté quitando mi mano entrelazada en la de él – Te acompaño a tu cuarto Xana, buenas noches, Zero.

Pasión compartida...

Hoy quería enseñaros un blog que personalmente me encanta. Os animo a que os paseéis por él: http://poemetvita24.blogspot.com.es/

Aquí os presentamos un ejemplo...

Duodecimo poem

Respiro...
Y mientras el aire sale de mi boca poco a poco voy olvidando...
Ideas tenues que se van apagando...
pensamientos amargos para el corazón,
situaciones incomodas que quiero olvidar...
sentimientos de angustia que no me dejan pensar con claridad...

Las palabras destruyen el alma...
pero al fin y al cabo siempre las olvidamos...
son los echos los que terminan de desgarrar el alma y llegan para destruir poco a poco la coraza del mismo corazón.
Por eso puedo perdonar palabras,
pero se me hace más difícil perdonar los echos...

La verdad, se me da muy mal dar la cara...
por mi...
porque dar la cara por uno mismo es tener valor...
y creo que entre otras muchas cualidades... de esa también carezco...

Pero todavía tengo mi sonrisa...
y aunque este llena de lagrimas...

siempre, siempre... será mía.
AnHyun

CR: Poema redactado por Andrea Miralles Santos

domingo, 6 de septiembre de 2015

Saga Susurros

Debido a que hemos estado varios días ausentes, hoy estamos subiendo varias entradas que pensamos podrían interesaros. Animaos a leerlas todas y a releer los primeros capítulos de los Van Guiret, ¡es lo mejor en los días de lluvia!


Pues bien, como dice el título hoy os traemos una saga bastante interesante, Susurros de A.J. Howard. Aun no la hemos leído, pero yo, por lo menos, estoy deseándolo. Os dejamos la reseña de los tres libros a ver que os parecen.

SUSURROS
A Alyssa Gardner las flores y los insectos le hablan. Teme que su destino sea acabar en un psiquiátrico, como su madre, pues una vena de locura recorre su familia desde tiempos de su antepasada Alicia, la niña que inspiró el País de las Maravillas de Lewis Carroll. Pero ¿y si los susurros de las flores no son alucinaciones? ¿Y si el País de las Maravillas existe y la está llamando?
Alyssa descenderá por la madriguera del conejo hacia un mundo mágico, pero también despiadado. Durante su increíble aventura, tendrá que decidir en quien confiar: en Jeb, su mejor amigo, por el que siempre se ha sentido atraída, o en el fascinante y seductor Morfeo, su guía en el País de las Maravillas y con el que lleva soñando desde que era niña.

DELIRIOS
El País de las Maravillas sólo era el principio…
Después de su aventura, Alyssa Gardner trata de olvidar a la vengativa Reina Roja, al atractivo Morfeo y concentrarse en su nueva vida con Jeb. Pero no es tan sencillo: su madre, recién liberada del hospital mental, se comporta de nuevo de manera extraña. Un día Morfeo aparece de nuevo para pedirle que vuelva arriesgarse por el País de las Maravillas, Alyssa comprende que tendrá que contarle la verdad a Jeb, quiera o no.
El País de las Maravillas la reconoce como una de los suyos, y si acepta el reto, Alyssa deberá enfrentarse a una batalla mortal, que podría costarle mucho más que la cabeza.




ENGAÑOS
No se puede escapar del País de las Maravillas.
Alyssa está decidida a rescatar sus dos mundos y a toda la gente que quiere. Incluso si eso significa tener que desafiar a la Reina Roja en una gran batalla final. Ahora que la madriguera del conejo ha sido cerrada, la única manera de llegar al País de las Maravillas es a través del mundo que hay al otro lado del espejo.
Alyssa y su padre viajarán al corazón de la magia y, junto a Jeb y Morpheus, intentarán salvar el País de las Maravillas. Pero si tienen éxito y consiguen salir con vida, ¿podrán tener todos el final feliz que ansían?






Esperamos vuestros comentarios. Perdón por los pequeños spoilers, yo también me he quedado rota D:

Pura realidad




HDA

Aquí os dejamos uno de los vídeos que están creando tendencia entre los humanistas. ¡VIVA EL ARTE!

jueves, 3 de septiembre de 2015

Entre dos mundos: el renacer de los Van Guiret

Capítulo 4- La familia Van Guiret.

Me levanté con el primer rayo de luz que rozó mi cara. Abrí los ojos y me di cuenta de dónde estaba, no había sido ningún sueño, de verdad era una princesa. Me dirigí al vestidor, había millones de vestidos cada uno más bonito que el otro, pero hubo uno que me encantó, era largo y sedoso, de color beige y tenía los bordados en oro. El escote era redondo y por cada costado salía una cinta dorada que se entrelazaban en el vientre y se ataban a la espalda y sujetaban un corpiño dorado que remarcaba mis suaves curvas. Las mangas eran de sedas trasparentes. Me lo puse rápidamente, he de decir que me hacía más alta de lo que soy. De repente Xana entró en mi cuarto con el desayuno, eran unas tostadas con un zumo y leche, nada del otro mundo, sin embargo sabían de maravilla. Ser princesa tenía sus ventajas. Una vez terminé de desayunar me senté en el tocador y comencé a peinarme ¡con un peine de oro! Me hice unas simples trenzas en la parte de adelante, y me rocié con un extraño polvo que olía a vainilla, no obstante, otra vez, al mirarme en el espejo vi ese brillo especial en los ojos, entonces recordé el retrato de aquella hermosa mujer y que tenía que hablar con Zero.
Comencé a buscarlo por todas partes, no lograba hallarlo, ¿dónde se metía? Estaba desesperada cuando finalmente lo encontré en el jardín trasero, sentado en el borde de la fuente. Tenía la mirada perdida, ausente. Me preguntaba por qué cada vez que lo miraba estaba con esa misma cara, realmente me preocupaba, pero en cuanto me vio, volvió a mirare de forma picaresca y desafiante, ese sí era el Zero que me había traído en contra de mi voluntad aquí. Me fui acercando a él, poco a poco, hasta que me senté a su lado. Zero se quedó mirándome fijamente, tanto que hacía que me pusiese nerviosa y me ruborizase.
-        ¿Qué pasa?- dije finalmente.
-       Nada, que hoy sí que estás hermosa, hoy si pareces una princesa- me contestó sonriente.
-        Gracias – dije ruborizada- por cierto ayer no me contestaste a ninguna de mis preguntas, como la del retrato.
-        ¿Es que no sabes hacer otra cosa?... – silencio- Mira, te contaré la historia de tu familia. El linaje de los Van Guiret lleva ejerciendo como reyes de Casia desde hace milenios, no se conoce ningún emperador que no haya pertenecido a tu familia. Eran conocidos, no solo por su gran fuerza física, sino por su gran fuerza mental y espiritual, sabían sacar provecho de cualquier dificultad, eran los más poderosos del reino. Sin embargo, nadie ha conseguido descubrir de dónde les procedía tanto poder, ni cómo lo utilizaban. Gracias a ellos las guerras en nuestro mundo acabaron, trajeron la paz y la bondad a esta tierra, hicieron que las hadas aprendiesen a convivir con los elfos, no solo con las ninfas. Además consiguieron que los trolls, a los que todo el mundo temían, se introdujesen poco a poco en el reino y fueran amados y respetados por todos, en definitiva, crearon un mundo armónico, y…esto…afortunadamente hoy en día continúa así.- dijo Zero algo inquieto- Sin embargo, no todo el mundo pensaba igual de tu familia, muchos los odiaron e intentaron matarlos, pero siempre fracasaron. No obstante, eso creó mucho miedo y muchos pertenecientes de tu clan poco a poco fueron desapareciendo. Quedaron muy pocos, entre ellos tus padres, que no estaban dispuestos a perder el legado de los Van Guiret. Ellos no tenían miedo. Los asaltadores y protestantes hacía tiempo que habían desaparecido. Tu verdadero padre cayó enfermo de unas fiebres desconocidas y aunque los mejores médicos intentaron ayudarlo, ninguno sabía a ciencia cierta que le provocaba las fiebres y mucho menos sabían la cura, así que por desgracia falleció muy joven. Gracias a dios tu madre se quedó embarazada antes de la muerte de éste. Pero esa felicidad duró muy poco, murió al darte a luz, así que el trono quedó libre y muchos querían ocuparlo. Fueron tiempos difíciles para el reino, conseguimos mantener a raya a los asaltadores durante 5 años, pero posiblemente empezaría una guerra por la sucesión del trono, así que decidieron enviarte a la Tierra para que estuvieses a salvo y crecieses sana, para así, un día volver y levantar la corona que tanto os pertenece, mi señora. Eres la última descendiente de la familia Van Guiret, todo depende de ti –dijo mientras me guiñaba un ojo.
-        ¿La mujer del cuadro quién era, mi madre?
-        No lo sé, no llegué a conocerla, cuando ella murió apenas tenía yo dos años, así que no la recuerdo, lo siento.
-       ¿Cómo sabes todo esto?
-       Mi padre fue el guardián de tus padres. Su estatua está tallada en la pared del palacio, al igual que él yo tengo el deber de cuidarte y me encargaré de protegerte. Cuando era pequeño no pude… - Sora lo miró, Zero rápidamente esquivó el tema-.  Él me contó todo esto. Murió poco después, cuando cumplí los 10 años. – dijo con un hilo de voz
-        Lo siento, no fue mi intención hacerte recordar todo esto.
Y así nos quedamos, hablando de este mundo, leyendas, mitos, experiencias propias…durante toda la mañana, hasta la hora de comer, cuando nos tuvimos que separar. Zero era único, nunca había conocido nadie como él, poco a poco me iba mostrando su verdadero corazón y esperaba que lo siguiese haciendo. Me quedé meditando todo lo que me contó, había algo que no me encajaba, me faltaba información, así que decidí ir a hablar con Xana, al fin y al cabo fue quien me había cuidado el poco tiempo que estuve aquí. La encontré en la cocina ya preparando la cena.
-        Xana, ¿podemos hablar? Quiero preguntarte una cosa sobre mi madre.
-       Claro mi señora. ¿Hablar de vuestra madre? – dijo, mientras miraba a todas partes.
-       Sí, Zero me ha contado la historia de mi familia, pero hay cosas que no me encajan, y cuando le pregunté por mi madre se puso tenso y no me contestó a nada, además de que él era muy pequeño cuando mi madre murió al darme a luz. Pero tú…tú me cuidaste a mí y seguro que conociste a mi madre a la perfección, así que…
-        ¿Zero le contó eso? Ya veo mi señora, veréis hay algo que debéis saber, vuestra madre…
-        ¡Xana!, ¿qué haces que no estás haciendo la cena? – dijo Nazka, que había entrado a la cocina y miraba desafiante a Xana.
-        Nada, la señorita me había preguntado una cosa, sobre…esto, el linaje de su familia, cosas sin importancia- dijo Xana algo nerviosa.
-        Mi señorita Sora no os preocupéis por esas cosas, ya tendréis tiempo luego, ahora no es hora de pensar en el pasado. – contestó Nazka zanjando el tema.
Supuse que no debía de estar allí, así que decidí marcharme de la cocina. En fin, en otro momento hablaría con Xana, la cual me había dejado preocupada, al ver su reacción cuando entró Nazka en la sala. Era como si le tuviese miedo. Chorradas, debía de ser mi imaginación. Me fui a la biblioteca del palacio y me quedé allí, sentada, sola, meditando y pensado todo lo que me habían contado y las reacciones de ambos al nombrar a mi madre. Me dolía la cabeza, Nazka tenía razón no debía de pensar en el pasado. Me dirigí a mi dormitorio y me puse el camisón de lino tan suave. Nada más posarme en la cama, me rendí al sueño.