Capítulo 5: Recuerdos olvidados.
Acostada en mi blanda cama, con mis cojines de plumas y
seda, estaba nerviosa, expectante por ver cómo se desarrollaría el día. ¡Hoy
era mi quinto cumpleaños! Estaba muy ilusionada y esperaba con gran entusiasmo
el momento en que Xana entrase por mi habitación y abriese las cortinas,
“despertándome” para que comenzase un gran día. Escuché el sonido del pomo
girándose. Me arrebujé entre las sábanas. Y las cortinas fueron abiertas.
- Buenos
días señorita. ¡Feliz cumpleaños!
- Buenos
días a ti también Xana, y ¡muchas gracias! ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Claro
que sí, pregunte por esa boquita.
- Mamá
me dijo que al cumplir los cinco años, me habría convertido en toda una
mujercita, ¿Tú me ves hecha una mujer?
Xana, sonrió. Me encantaba su forma de sonreír, se le
formaban dos hoyuelos en las mejillas que la hacían ver muy hermosa y dulce. Me
hacía despreocuparme de las cosas.
- Oh,
pues claro que sí. Habéis crecido por lo menos un palmo, de mayor lo más seguro
es que seáis una mujer hermosa y alta.

A la puesta de sol, Xana volvió a entrar a mi cuarto para repetir todo lo que hizo esa misma mañana. Me bañó y vistió, pero este vestido era especial, muy especial. Era de color magenta oscuro, mostraba la mitad de mi pecho, pues el vestido mostraba mis hombros, aunque era de manga larga. Lo que hacía al vestido hermoso era su sencillez, pues simplemente llevaba un cinturón fino con un lazo detrás y unas costuras a los costados. Luego me peinó, me peinó mi cabellera ondulada y me puso una cinta con un pequeño lazo en el cuello. He de reconocer que estaba guapa. De repente de improviso, entró un niño bastante guapo con el pelo negro azabache. Éramos muy buenos amigos, y esperaba que en un futuro algo más.
- ¡Muchísimas felicidades, Sora! – Decía mientras me daba un abrazo – Te he
traído un regalo.
- ¿Qué es? ¡Qué ilusión!
El pequeño regalo estaba envuelto con unos pétalos de los
jardines de palacio. Lo abrí. En su interior había una moneda ligada a una
cadena. ¿Una moneda? Que regalo más extraño…
- ¿Te gusta? Lo he hecho para que siempre te acuerdes de
mí, y de nuestro mundo.

- ¿Quieres que te lo ponga? – Decía mientras se le
sonrojaban las mejillas.
- ¡Sí, por favor! – Gritaba muy contenta, ¡tenía un
regalo de Zero!
- Ya tienes 5. Ahora ya puedes jugar conmigo. - le saqué la lengua.
- Ja ja, qué gracioso, si tú solo tienes 7. - reímos
Zero se despidió, dijo que tenía que controlarlo todo,
que tenía que protegerme. Unos minutos más tarde, Xana me puso mi máscara, pues
mi fiesta de cumpleaños era de disfraces y salí junto a ella. Si el salón ya
era precioso, con todas las decoraciones, mesas con deliciosos manjares, una
gran orquesta y todas aquellas personas vestidas elegantemente, lo era mucho
más. La decoración era estupenda, elegante y refinada, pero también con un
gusto infantil, en honor a la homenajeada. Tenía ganas de gritar, bailar y
reír; pero sabía que por mi status no debía hacerlo. Salí al jardín en busca de
mis padres. Los vi a lo lejos y me acerqué. Los dos estaban preciosos con sus
máscaras, la de papá era azul y la de mamá color salmón. No recuerdo con
claridad sus vestimentas. Me dieron un gran abrazo, y después de eso, una
enorme caja. Estaba deseosa por abrir el regalo de mis padres. Lo abrí, y en su
interior había un unicornio, ¡un unicornio!
- Lo llamaré Vostok. – Dije con una sonrisa de oreja a
oreja.
Pero pasé de la alegría a la angustia. Empezaron a salir
de todas partes seres monstruosos. Aparecieron Idras, las cuales se parecían a
un pulpo o un calamar porque sus nueve cuellos eran parecidos a los tentáculos;
dragones, estos con una sola chispa de sus llamaradas podían incendiar un
pueblo entero; elementales de tipo fuego y tierra, es decir, fuerzas que
controlan el fuego y la tierra, y muchos más seres que no pude ver pues el
dueño del colgante que llevaba en mi cuello, me llevó corriendo hasta un sitio
oscuro y cerrado. No veía nada, pero si oía. Era espantoso, gritos de auxilio…
rugidos de fieras…llantos…gritos de dolor y terror… Vostok… Xana… mamá y papá…
Me
desperté sobresaltada y sudada. Seguía en la cama de mi gran cuarto. Qué sueño
más extraño. Y real. Decidí ir a la cocina a beber un poco de agua, el agua y
caminar me iría bien, ese sueño me había desvelado. Cuando entré en la cocina
me topé con Zero. Me avergoncé, pues iba con la camisola de hilo fino que me
puse para dormir la primera noche aquí, pero sobre todo por él. No llevaba camiseta,
iba más sexy que nunca.
- No, tuve una
pesadilla, ¿y tú? – Mientras hablaba, no pude evitar hacer una revisión de su
cuerpo de arriba abajo.
- No. ¿Qué has soñado? ¿Por fin te mirabas al espejo y te
asustabas?
- Eres un idiota. – Y con esas palabras me dirigí hacia
fuera. Pero se levantó, me cogió de la muñeca y me paró.
- Espera. Lo siento. Vamos, cuéntame sobre que iba tu
pesadilla.
No podía resistirme a esa cara, así que nos sentamos a la
mesa, uno enfrente de otro. Se lo conté todo muy detalladamente. Mientras, él
se iba poniendo tenso, o en algunas ocasiones sonreía.
- No te preocupes, los sueños, sueños son. Seguramente
soñaste eso por la emoción de estar aquí, son demasiadas cosas nuevas en tu
vida.
- Ya, pero este era muy real. Además ¿cómo explicas lo de
mi colgante? No sé el porqué era tan importante para mí, pero ese día en el
callejón cuando lo cogiste sentí que te llevabas una parte de mí junto con
Quimera. Parecía sorprendido.
- Lo-lo siento mucho Sora. – En ese momento me cogió la
mano – Pero era necesario.
Justo en el momento más oportuno apareció Xana.
- ¡Señorita! ¿Estáis bien?, ¿Os encuentráis mal? –
Parecía realmente angustiada- No podía dormir, y decidí pasear por el palacio,
y cuando pasé por vuestro cuarto vi la puerta abierta, sin nadie en el
interior.
- Estoy bien Xana, no te preocupes.
- No le ocurre nada, solamente tenía ganas de verme y
salió en mi busca – Decía guiñándome un ojo.
- ¡Zero! No digas esas cosas, es la princesa de la que
estás hablando.
Me puse colorada. Ese estúpido engreído egocéntrico.
- Déjalo, que piense lo que quiera, yo no fui la primera
que fue en busca de nadie – Y me levanté quitando mi mano entrelazada en la de
él – Te acompaño a tu cuarto Xana, buenas noches, Zero.
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