Capítulo 4- La familia Van Guiret.
Me levanté con el primer rayo de luz que rozó mi cara. Abrí
los ojos y me di cuenta de dónde estaba, no había sido ningún sueño, de verdad
era una princesa. Me dirigí al vestidor, había millones de vestidos cada uno
más bonito que el otro, pero hubo uno que me encantó, era largo y sedoso, de
color beige y tenía los bordados en oro. El escote era redondo y por cada
costado salía una cinta dorada que se entrelazaban en el vientre y se ataban a
la espalda y sujetaban un corpiño dorado que remarcaba mis suaves curvas. Las
mangas eran de sedas trasparentes. Me lo puse rápidamente, he de decir que me
hacía más alta de lo que soy. De repente Xana entró en mi cuarto con el
desayuno, eran unas tostadas con un zumo y leche, nada del otro mundo, sin
embargo sabían de maravilla. Ser princesa tenía sus ventajas. Una vez terminé
de desayunar me senté en el tocador y comencé a peinarme ¡con un peine de oro!
Me hice unas simples trenzas en la parte de adelante, y me rocié con un extraño
polvo que olía a vainilla, no obstante, otra vez, al mirarme en el espejo vi
ese brillo especial en los ojos, entonces recordé el retrato de aquella hermosa
mujer y que tenía que hablar con Zero.
Comencé a buscarlo por todas partes, no lograba hallarlo,
¿dónde se metía? Estaba desesperada cuando finalmente lo encontré en el jardín
trasero, sentado en el borde de la fuente. Tenía la mirada perdida, ausente. Me
preguntaba por qué cada vez que lo miraba estaba con esa misma cara, realmente
me preocupaba, pero en cuanto me vio, volvió a mirare de forma picaresca y
desafiante, ese sí era el Zero que me había traído en contra de mi voluntad
aquí. Me fui acercando a él, poco a poco, hasta que me senté a su lado. Zero se
quedó mirándome fijamente, tanto que hacía que me pusiese nerviosa y me
ruborizase.
- ¿Qué
pasa?- dije finalmente.
- Nada,
que hoy sí que estás hermosa, hoy si pareces una princesa- me contestó sonriente.
- Gracias
– dije ruborizada- por cierto ayer no me contestaste a ninguna de mis
preguntas, como la del retrato.
- ¿Es
que no sabes hacer otra cosa?... – silencio- Mira, te contaré la historia de tu
familia. El linaje de los Van Guiret lleva ejerciendo como reyes de Casia desde
hace milenios, no se conoce ningún emperador que no haya pertenecido a tu
familia. Eran conocidos, no solo por su gran fuerza física, sino por su gran
fuerza mental y espiritual, sabían sacar provecho de cualquier dificultad, eran
los más poderosos del reino. Sin embargo, nadie ha conseguido descubrir de dónde
les procedía tanto poder, ni cómo lo utilizaban. Gracias a ellos las guerras en
nuestro mundo acabaron, trajeron la paz y la bondad a esta tierra, hicieron que
las hadas aprendiesen a convivir con los elfos, no solo con las ninfas. Además
consiguieron que los trolls, a los que todo el mundo temían, se introdujesen
poco a poco en el reino y fueran amados y respetados por todos, en definitiva,
crearon un mundo armónico, y…esto…afortunadamente hoy en día continúa así.-
dijo Zero algo inquieto- Sin embargo, no todo el mundo pensaba igual de tu
familia, muchos los odiaron e intentaron matarlos, pero siempre fracasaron. No
obstante, eso creó mucho miedo y muchos pertenecientes de tu clan poco a poco
fueron desapareciendo. Quedaron muy pocos, entre ellos tus padres, que no
estaban dispuestos a perder el legado de los Van Guiret. Ellos no tenían miedo.
Los asaltadores y protestantes hacía tiempo que habían desaparecido. Tu
verdadero padre cayó enfermo de unas fiebres desconocidas y aunque los mejores
médicos intentaron ayudarlo, ninguno sabía a ciencia cierta que le provocaba las
fiebres y mucho menos sabían la cura, así que por desgracia falleció muy joven.
Gracias a dios tu madre se quedó embarazada antes de la muerte de éste. Pero
esa felicidad duró muy poco, murió al darte a luz, así que el trono quedó libre
y muchos querían ocuparlo. Fueron tiempos difíciles para el reino, conseguimos
mantener a raya a los asaltadores durante 5 años, pero posiblemente empezaría
una guerra por la sucesión del trono, así que decidieron enviarte a la Tierra para que estuvieses a salvo y
crecieses sana, para así, un día volver y levantar la corona que tanto os pertenece, mi señora. Eres
la última descendiente de la familia Van Guiret, todo depende de ti –dijo
mientras me guiñaba un ojo.
- ¿La
mujer del cuadro quién era, mi madre?
- No
lo sé, no llegué a conocerla, cuando ella murió apenas tenía yo dos años, así
que no la recuerdo, lo siento.
- ¿Cómo
sabes todo esto?
- Mi
padre fue el guardián de tus padres. Su estatua está tallada en la pared del
palacio, al igual que él yo tengo el deber de cuidarte y me encargaré de
protegerte. Cuando era pequeño no pude… - Sora lo miró, Zero rápidamente
esquivó el tema-. Él me contó todo esto.
Murió poco después, cuando cumplí los 10 años. – dijo con un hilo de voz
- Lo
siento, no fue mi intención hacerte recordar todo esto.
Y así nos quedamos, hablando de este mundo, leyendas,
mitos, experiencias propias…durante toda la mañana, hasta la hora de comer,
cuando nos tuvimos que separar. Zero era único, nunca había conocido nadie como
él, poco a poco me iba mostrando su verdadero corazón y esperaba que lo
siguiese haciendo. Me quedé meditando todo lo que me contó, había algo que no
me encajaba, me faltaba información, así que decidí ir a hablar con Xana, al
fin y al cabo fue quien me había cuidado el poco tiempo que estuve aquí. La
encontré en la cocina ya preparando la cena.
- Xana,
¿podemos hablar? Quiero preguntarte una cosa sobre mi madre.
- Claro
mi señora. ¿Hablar de vuestra madre? – dijo, mientras miraba a todas partes.
- Sí,
Zero me ha contado la historia de mi familia, pero hay cosas que no me encajan,
y cuando le pregunté por mi madre se puso tenso y no me contestó a nada, además
de que él era muy pequeño cuando mi madre murió al darme a luz. Pero tú…tú me
cuidaste a mí y seguro que conociste a mi madre a la perfección, así que…
- ¿Zero
le contó eso? Ya veo mi señora, veréis hay algo que debéis saber, vuestra
madre…
- ¡Xana!,
¿qué haces que no estás haciendo la cena? – dijo Nazka, que había entrado a la
cocina y miraba desafiante a Xana.
- Nada,
la señorita me había preguntado una cosa, sobre…esto, el linaje de su familia,
cosas sin importancia- dijo Xana algo nerviosa.
- Mi
señorita Sora no os preocupéis por esas cosas, ya tendréis tiempo luego, ahora
no es hora de pensar en el pasado. – contestó Nazka zanjando el tema.
Supuse que no debía de estar allí, así que decidí
marcharme de la cocina. En fin, en otro momento hablaría con Xana, la cual me
había dejado preocupada, al ver su reacción cuando entró Nazka en la sala. Era
como si le tuviese miedo. Chorradas, debía de ser mi imaginación. Me fui a la
biblioteca del palacio y me quedé allí, sentada, sola, meditando y pensado todo
lo que me habían contado y las reacciones de ambos al nombrar a mi madre. Me
dolía la cabeza, Nazka tenía razón no debía de pensar en el pasado. Me dirigí a
mi dormitorio y me puse el camisón de lino tan suave. Nada más posarme en la
cama, me rendí al sueño.
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