lunes, 31 de agosto de 2015

Entre dos mundos: el renacer de los Van Guiret

Capítulo 3 – Una nueva vida

Al entrar todos los ojos de los asistentes se posaron en mí. La habitación a la que entré era un gran salón, estaba decorado con pocas cosas, pero qué cosas. Una alfombra de lino roja conducía hasta un enorme y precioso trono de marfil. Había unos enormes ventanales, en uno de ellos pude apreciar que había un balcón. Estos ventanales estaban decorados con hermosas cortinas de seda. En el gran salón había tres mujeres y un poco de servicio. La primera mujer, la que estaba más cerca de mí, era fornida. Tendría sobre los 50 años, en su cara se mostraba la dulzura de una mujer buena y bondadosa. Llevaba un vestido color pastel, con un delantal de hilo fino. No era la señora de la casa, pero tampoco una humilde criada. La segunda mujer, bueno mejor dicho chica, pues tendría mi misma edad, era preciosa. Llevaba un vestido color zafiro, que le caía hasta los p



ies. Su pelo de color dorado, caían sobre sus hombros. Y sus ojos color celeste, mostraban la bondad. En ese momento me habría atrevido a decir que era un ángel. La tercera mujer, era también hermosa pero su mirada no me inspiraba confianza. No sabría decir cuántos años tenía, pues su cara no tenía ninguna arruga pero sus manos estaban marcadas y desgastadas.  Miré a Zero, me gustaba mirarlo y sentir que me protegía. Pero en ese instante su mirada estaba perdida. Estaba serio, es más diría que angustiado. Tenía pensado cogerle la mano, pero apareció de una puerta un bello y gran unicornio de color blanco.
-       Vostok – susurré.
¿Por qué sabía el nombre del animal? ¿Por qué al verlo me dio un vuelco el corazón? No sabía el porqué de nada, pero quería abrazarlo y no soltarlo nunca.  Mis piernas reaccionaron por mí, e inmediatamente corrieron hacia el animal. Extendí los brazos y lo abracé. Vostok parecía también estar feliz, apaciguado por ver a su dueña después de tantos años. Abrazada a él, parecía que nada malo me iba a suceder, era como estar en casa. De repente aparecieron en mi cabeza unas imágenes mías de pequeña con un pequeño Vostok recién nacido, mi regalo de cinco cumpleaños…
-       ¡Señorita! – gritaba la mujer más mayor.
Dirigí mi mirada hacia ella, y en un visto y no visto me vi encerrada entre sus brazos, mientras soltaba palabras de afecto y cariño.
-       Bueno, ya basta Xana, la vas a asfixiar.
Estas palabras fueron dichas por la chica de cara angelical, en el momento que Xana me soltó ella también me daba un largo abrazo.
-       Hola Sora. Probablemente no te acuerdes de mí, soy Clíope, antes éramos grandes amigas. Estoy contentísima de que estés de vuelta, te hemos echado todos mucho de menos.
Al soltarme, la mujer no tan joven se acercó.
-       Princesa, me alegro de que volváis a formar parte de nuestro mundo. Yo soy Nazka, la mayordoma y consejera real. Sus padres confiaban mucho en mí, por favor no dudéis vos en hacer lo mismo cuando lo preciséis.
-       E-encantada, y no me gustaría ser descortés ni nada de eso pero, ¿estáis seguros que yo soy esa princesa de la que tanto habláis? Soy solamente una chica normal, de un mundo normal.
-        ¡Oh! Pues claro que sois vos la princesa, señorita, yo la he cuidado personalmente desde que nacisteis hasta que os marchasteis. Nunca podría olvidarme de vuestra cara. Además esos ojos… Los mismos ojos que vuestra madre.
-       ¿Quieres probar tu mullido trono? – Decía la tal Clíope.
-        Eh, de acuerdo.
Estaba en estado de shock. Así que obedecí y me senté en lo alto del trono. Todos me miraban. Odio cuando me miran. Me gusta pasar desapercibida. Necesitaba la mirada de alguien de confianza, aunque no lo conocía mucho, él fuese un estúpido arrogante conmigo y solo discutiésemos, necesitaba saber que él estaba ahí. Su sola presencia me tranquilizaba. Era algo difícil de explicar. Pero sentía que podía confiar en él. Giré mi vista hacia donde él estaba. Lucía tan guapo. Me miró, al principio serio, luego me sonrió con un leve alzamiento de su comisura labial y después de eso se marchó.
-       Señorita, deberíais descansar. Seguramente ha sido un viaje muy pesado para vos. Los viajes por agujeros siempre son dolorosos.
Hasta ese momento no me había percatado de lo cansada que estaba. En un solo día había corrido para escapar de un monstruo, caído desde tres metros hasta el suelo y caminado durante dos horas hasta la ciudad. Y además me habían dado la increíble noticia de que yo era la soberana de todo este mundo, cosa que aún me costaba asimilar. Así que me despedí de Clíope y Nazka, y seguí a Xana hasta una puerta enorme. Me condujo por los pasillos del gigantesco castillo hasta alanzar otra puerta, esta un poco más pequeña.
-       Ya hemos llegado a su habitación – Decía mientras abría la puerta.
Me quedé paralizada, la habitación era enorme. Se podría decir que igual de grande que mi casa en la Tierra. La habitación era presidida por una cama amplia, la cual parecía muy blanda y reconfortante. A la izquierda había un enorme ventanal, lo que era de agradecer pues permitía la entrada de gran cantidad de luz y brisas frescas. A la derecha un vestidor lleno de vestidos, zapatos y joyas. La habitación también disponía de una mesita de madera blanca con dos sillas a juego con esta. Y por último cerca del vestidor se hallaba un tocador con un espejo. Estaba armado de peines, cepillos, maquillaje, perfumes, cremas, ungüentos…
 Xana me llevó por toda la habitación, y me condujo hasta el baño. En este había una bañera llena de agua caliente. Allí me dijo:
-       ¿Preferís desnudarse vos o la desnudo yo?
¿Desnudarme? ¿Pero esta tía que pensaba hacerme?
-       Perdona, ¿desnudarme?
-       Sí, para bañarla. – parecía perpleja por mi pregunta.
-       Oh, no hace falta usted váyase, ya me las apañaré yo sola.
Prácticamente la eché de allí. Menuda situación más incómoda. Cerré la puerta y di gracias por estar sola. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Esta estaba a punto de explotar. Era hora de relajarse y no pensar en nada. Había sido un día demasiado duro e intenso. Me bañé. Cogí una camisola que encontré en el vestidor y me metí en la cama. Todo esto no podía ser real, princesa de Casia … Mis parpados se iban cerrando… Una nueva vida…



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