lunes, 24 de agosto de 2015

Entre dos mundos: el renacer de los Van Guiret


Capítulo 1- Un chico extraño

Aún recuerdo como sucedió todo ese miércoles, horas antes de conocer a Zero. Me levanté tarde, como de costumbre. Metí los libros en la mochila arrastrándolos desde mi escritorio, me vestí rápidamente con lo primero que agarré de mi armario: un pantalón vaquero negro y una camiseta blanca básica y por último mis Yumas. Fui al baño, me miré en el espejo. Estaba rara, pero mi aspecto no había cambiado, seguía siendo una chica normal de 17 años, con un extraño pelo castaño con reflejos rojizos, casi parecía pelirroja, con cálidas ondas que resbalaban por mi cara ovalada; y los ojos verdes, aunque hoy tenían un brillo especial, posiblemente porque hacía tiempo que dormía muy bien; mi nariz pequeñita y chata hacía contraste con mis gruesos labios y mis mofletes rosados que me hacían parecer una niña, lo cual detestaba… y encima mi gran altura de 1’54 metros no ayudaba mucho… ¡bah! Chorradas, pensé. Fui corriendo a la cocina a comer algo, siendo más rápida que una liebre me levanté de un brinco y le di un beso a mamá, pero ella me paró y me dio un gran abrazo. En ese momento pensé que le había dado uno de esos momentos esporádicos en los que las madres piensan “que mayor se hace mi niñita”, pero ahora siento que lo hizo de modo de despedida, sí, un gran abrazo de una madre que sabe que es hora de decir adiós a su niñita y decirle hola a la realidad.
Cuando llegué al instituto, todas las chicas estaban reunidas en corritos, cuchicheando y riendo, cómo odiaba que hicieran eso. Me acerqué a mi amigo Mike y le pregunté; él al instante señaló a un chico. Me quedé prendada al verlo. Tenía un hermoso cabello negro azabache, una piel bronceada, y unos ojos enormes color miel que destacaban frente a su pelo, pero se armonizaban con su piel. Tenía una mirada pícara, de esas que te cautivan y no puedes dejar de mirar porque te hipnotizan, pero sobre todo me quede paralizada al ver su rara vestimenta, ¿nadie se había fijado en eso? Llevaba unos pantalones un poco desgastados grises y unas botas marrones que jamás había visto antes, pero dejando al margen su estilo medieval, me percaté en que la camiseta negra con cuello de pico ceñía sus anchas espaldas. Era alto, bueno comparado conmigo muy alto. No solo eso, tenía un cuerpo perfecto, pero sobre todo era extremadamente guapo. Pareció notar mi mirada fija en él, pero en vez de esquivarla, me miró desafiante, como retándome a hacer algo. En el instante en el que aparté la vista, él se acercó a mí, y me pareció escucharle decir “Sígueme”, pero era imposible, sus labios no se habían movido. Lo ignoré, pensé que seguro que había sido mi imaginación, pero el muy cretino me cogió por el brazo, mientras le iba soltando toda clase de insultos, y me llevó en contra de mi voluntad hasta la esquina del instituto. Recuerdo a la perfección sus palabras al parar en la esquina:
-       Te dije que me siguieras, ¿por qué demonios no lo hiciste? No hay que perder tiempo, en poco tiempo será tu coronación. Así que es hora de apresurarse.
En ese instante no sabía si reír o gritar pidiendo auxilio. ¿Coronación? Este tío estaba drogado, borracho, ¡loco! Pero por alguna extraña razón no hice nada, me quedé quieta, muda. Quizás esperaba una explicación a aquello que estaba sucediendo.
-       ¿No piensas decir nada? ¿Te ha comido la lengua el gato? ¡Oh!, es cierto, no sabes nada. Pues bien te lo explicaré rapidito y después nos iremos a Casia. Soy Zero, escolta real y tú, Sora, eres la princesa del mundo Casia, última descendiente de la familia Van Guiret. Y ahora para de comportarte como una cría y sígueme.
¿Yo? ¿Princesa? ¡Sí, claro! ¡Y mi madre es la Sirenita! Cuando por fin pude reaccionar, contesté:
-       No iré contigo a ninguna parte, tú estás loco, majareta, chiflado, y ahora me voy a clase que llego tarde.
-       Aunque debía llevar a una mujer hermosa, y tú no te asemejas en nada a eso…
-       ¡Cretino!
Pero en el mismo momento en el que se puede decir “pío”, la calle empezó a tambalearse. ¡Un terremoto! Debíamos correr hacia un lugar seguro. Ponernos a salvo.
Pero por muy extraño que suene, incluso pensareis que estoy más majareta que el tal Zero, el tiempo cambió. El cielo fue cerrado por unas enormes nubes, apareció un viento gélido y en el fondo de la calle un gran agujero. Si no fuese porque estaba en el suelo y no el cielo, habría afirmado que era una nube de tormenta. Pues era negro, los bordes se iban difuminando con los objetos de su alrededor, y en tales bordes salían rayos despampanantes. De ese extraño agujero salió una bestia horrible. La parte delantera era parecida a la de un león, la posterior a la de un enorme macho cabrío, junto con unas gigantescas alas de dragón. Tenía tres cabezas, de león, dragón y macho cabrío. Empecé a gritar y a llorar, y me quedé paralizada por el miedo. Mis ojos no daban crédito a lo que estaban viendo, ¡era imposible que existiese una cosa así! Giré inmediatamente la cara hacia Zero, el cual se mantuvo firme y maldijo algunas palabras inteligibles, supuse que estábamos en un grave peligro. Comencé a temblar, mi cuerpo no me respondía, intentaba huir, pedir ayuda, pero nada. Zero me miró, supongo que se dio cuenta de mi situación de pánico porque, casi sin darme cuenta, me volvió a coger del brazo, y me obligó a correr. Me llevó hacia un callejón, dónde parecía que buscaba desesperado alguna cosa. Cada vez se oían más los estruendos de la bestia. Se estaba acercando, se nos agotaba el tiempo. Zero estaba empezando también a temblar, no paraba de meter sus manos en sus bolsillos y en la mochila que llevaba. Cuando creí que era el fin, Zero pareció encontrar lo que ansiaba buscando
-       Cogeré este palo, y esto también me será muy útil. – Decía mientras arrebataba de mi cuello una moneda de plomo que llevaba a modo de collar.
-        ¡Eh! ¿Qué haces? ¡Eso es mío, ni se te ocurra utilizarlo!
-       ¡Cállate pesada!
Después de decir eso puso mi moneda en la punta del palo, y cuando apareció la bestia se lo lanzó. El enorme monstruo se desplomó en el suelo, como si le hubieran lanzado una gran lanza y no un simple palo con una moneda.
-        No debemos permanecer mucho tiempo aquí, el plomo, junto con el palo se ha fundido con su ardiente respiración, solo lo adormecerá durante media hora.
-       Pero… ¡¿Qué era esa cosa?! Y, ¿por qué nos perseguía?
-        Estúpida inculta – refunfuñaba mientras me sacaba del callejón- Ese monstruo es llamado Quimera, y a mí no me perseguía. Solo a ti, ¿no has prestado atención a nada de lo que te he dicho? Tú eres la princesa, el último legado… ¿Lo captas?
-        Pero…
-        ¿Solo sabes preguntar o quejarte? – Decía mientras sacaba del bolsillo del pantalón un anillo con una rosa- Empezó a dibujar un círculo en el aire, y apareció un agujero idéntico al del que salió la bestia llamada Quimera.
-        Oye, ¿Qué haces?, ¿Qué es eso?
Y sin opción a preguntar nada más, me empujó hacia adentro.




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